‘El
destino no está en escrito en los genes: un alegato contra el determinismo
genético’ de Jörg Blech
Si bien
debemos huir de quienes ignoran la genética en sus definiciones de la
naturaleza humana, sus deseos, sus pulsiones, su modo de interactuar con los
demás, otorgándole todo el peso a la cultura, la educación y el entorno,
también debemos huir de quienes afirman todo lo contrario: que solo somos
vehículos para los genes y que la cultura, la educación y el entorno apenas
tienen incidencia en lo que somos.
Debemos
huir de ambos bandos porque la eterna discusión científica Nurture VS Nature
(Crianza contra Naturaleza) sigue siendo eso, eterna. Eterna y, aún, poco
esclarecedora.
Por
ejemplo, cada vez sabemos más cómo ciertos genes nos predisponen a padecer
determinadas enfermedades. Pero solo determinadas (unas 6.000 enfermedades
hereditarias monogénicas), el resto (las poligénicas) son enfermedades más
extendidas que, sin embargo, dependen de un amplio número de factores. Muchos
de ellos relativos al modo en que vivimos, el lugar donde hemos nacido e,
incluso, (y este descubrimiento es bastante reciente), la forma en la que han
vivido nuestros antepasados directos (epigenética).
Así pues,
tal vez el título del libro que os descubro hoy, El destino nos está escrito en
los genes, sea un tanto engañoso. Porque, si bien el destino no está escrito en
los genes, tampoco está escrito en nuestra suerte cotidiana o en el modo que
conducimos nuestra vida. De hecho, un factor (genes) alimenta al otro (cultura)
como la pescadilla se muerde la cola: por ejemplo, si alguien decide cuidar más
su salud y, por ello, tiene mejor salud, quizá no tenga predisposición genética
para tener buena salud (y sin embargo la tendrá gracias a que se cuida), pero
indirectamente puede tener predisposición genética a cuidar más su salud (es un
ejemplo estúpido pero esclarecedor). Y entonces ¿qué es lo que esencialmente
provoca que tenga mejor salud esa persona? La respuesta no puede ser ni una
cosa ni la otra.
Con todo,
Jörg Blech, biólogo, bioquímico y periodista alemán, ha publicado este ensayo
no tanto para responder esta clase de preguntas sino para dar un tirón de
orejas a los medios de comunicación que suelen presentar el descubrimiento de
una relación genética (tipo se ha descubierto el gen que predispone a fumar) de
un modo erróneo, generando en la opinión pública la idea de que los genes son
muy poderosos y que, en definitiva, tampoco nosotros somos tan responsables de
lo que nos sucede (fueron mis genes, diría alguien).
Aún es
pronto para saber cuál es poder de los genes en nuestra naturaleza, y todavía
es mucho más pronto para saber cuál es el papel de la educación y el contexto
cultural en nuestra forma de ser. Pero El destino no está escrito en los genes
puede constituir un buen punto de partida para borrar algunas ideas equivocadas
sobre el tema.
No solo
porque Blech es sumamente divulgativo, sino porque jalona su texto con toda
clase de curiosidades biológicas y culturales que amenizan la lectura. Por
ejemplo, ¿sabíais que en Tailandia hay niños que pueden ver mejor bajo el agua
que nosotros? Casi como si llevaran gafas de buceo incorporadas.